Un poco de nuestra historia
En 1994 comenzamos a platicar sobre cómo nos podemos organizar entre mujeres indígenas para trabajar en colectivo y sobre las necesidades más urgentes que teníamos las mujeres.
Una situación que sobresalió en las pláticas fue el tema de la discriminación y la violencia que vivíamos por el hecho de ser mujer en nuestras casas, con nuestros esposos y familias. Nos planteamos el objetivo de obtener un molino de Nix tamal en colectivo, empezamos a buscar contactos para que nos apoyarán y en el 1995 nos informaron que obtendríamos un préstamo por parte de Cáritas de la diócesis de San Cristóbal. Logramos obtener el molino y lo empezamos a operar en el barrio. En ese mismo año empezamos a capacitarnos sobre los derechos humanos/ derechos de las mujeres y cooperativismo, así nos empezaron a formar las 35 mujeres que pertenecían al colectivo que se llamó “Nuevo despertar” la idea que siempre tuvo el colectivo es compartir desde nuestros corazones las necesidades que cada una de sus integrantes tuviera: problemas familiares, alimentación, situación económica y acompañamientos que se requiriera. Así mismo, a través del apoyo de hermanas de la iglesia y de otras aliadas en San Cristóbal, logramos abrir una tienda de abarrotes.
Poco tiempo después nos enfrentamos a un nuevo obstáculo: los programas gubernamentales, el gobierno convocó a todas las socias para avisar que recibiríamos un recurso del programa de Oportunidades y que luego se llamó Prospera (1999-2000), esto provocó que muchas de ellas se salieran del proceso colectivo y nos quedamos 10 integrantes de las 35 que habíamos comenzado.
Quienes continuamos, nos seguimos formando temas de defensa de derechos, organización, derechos sexuales y reproductivos, entre otros muchos temas.
Todas las que quedamos nos pusimos de acuerdo para ampliar nuestro trabajo y entramos a un concurso de un proyecto sobre abrir un espacio para mujeres víctimas de violencia en la familia donde ganamos el 1er. lugar y esto permitió abrir el espacio de albergue para las mujeres, niñas y niños víctimas de violencia. Comenzamos a recibir casos para acompañarlos y para ofrecerles el espacio.
En la actualidad el espacio de albergue está también dirigido a mujeres en las movilidades, tenemos un trabajo avanzado con la red de trabajadoras del hogar y estamos trabajando en el espacio con las niñas y los niños de la comunidad y de otras partes del mundo.
Esta semilla que ha florecido con el trabajo de Tzome ha sido sembrada desde hace mucho tiempo. Hoy queremos dar memoria a nuestros ancestros y ancestras. A nuestras madres y 11 abuelas, que nunca tuvieron la oportunidad de organizarse, ni de levantar la voz. Nosotras somos las generaciones de nietas y bisnietas que ahora estamos dándoles su voz y su lugar, porque ellas nacieron y padecieron muchos años en “la finca”, esclavizadas. Ellas nos narraron el dolor de la violencia del patrón y la pobreza que sufrieron.
Ellas nos dijeron qué bendición que ahora podemos organizarnos nosotras. Ese dolor suyo y nuestro nos ha impulsado a luchar por una vida mejor para todas las mujeres, para que nunca más nadie vuelva a padecer lo que ellas sufrieron.
Por eso ellas nos han fortalecido y guiado para realizar nuestra lucha de defensa de derechos de las mujeres. Gracias a su fuerza, a su lucha. A través de este trabajo les damos fuerza también a ellas, nuestras abuelas.
Queremos conmemorarlas, honrarlas y agradecerles que gracias a ellas nosotras vivimos y
ahora luchamos por otras mujeres
Ya no están físicamente, pero están en nosotras y con nosotras, sentimos su presencia y su
fuerza
Catalina Aguilar Cruz
Margarita Aguilar Díaz
Juliana Cruz Cruz
Andrea Cruz
Esteban Cruz Jiménez
Alejandro Cruz Cruz
Crecienciana López Ruiz
María del Socorro González
Isabel Díaz
Rosa Cruz
Antonio López Jiménez
Ellas ya son de la tercera edad, son nuestras ancestras que aún nos viven, han dado su servicio
a esta lucha. Aún nos acompañan en consejo y son parte de nosotras
Teresa Jiménez López
Agustina Aguilar Cruz
Rosa Aguilar Cruz